lunes, 30 de abril de 2007

Parker según Cortázar

"Cuando te gegalan un geloj...":
el escritor argentino Julio Cortázar (Bruselas, 1914-París, 1984).

Sirva este comentario para animaros a leer a ese gigante de la literatura y gran apasionado del jazz que fue Julio Cortázar.


"-Vamos por aquí. Te llevaré al hotel en taxi.

-Eres la mar de bueno, Bruno -se burla Johnny-. El compañero Bruno anota en su libreta todo lo que uno le dice, salvo las cosas importantes. Nunca creí que pudieras equivocarte tanto hasta que Art me pasó el libro. Al principio me pareció que hablabas de algún otro, de Ronnie o de Marcel, y después Johnny de aquí y Johnny de allá, es decir que se trataba de mí y yo me preguntaba ¿pero éste soy yo?, y dale conmigo en Baltimore, y el Birdland, y que mi estilo... Oye -agrega casi fríamente-, no es que no me dé cuenta de que has escrito un libro para el público. Está muy bien y todo lo que dices sobre mi manera de tocar y de sentir el jazz me parece perfectamente O.K. ¿Para qué vamos a seguir discutiendo sobre el libro? Una basura en el Sena, esa paja que flota al lado del muelle, tu libro. Y yo esa otra paja, y tú esa botella que pasa por ahí cabeceando. Bruno, yo me voy a morir sin haber encontrado... sin...Lo sostengo por debajo de los brazos, lo apoyo en el pretil del muelle. Se está hundiendo en el delirio de siempre, murmura pedazos de palabras, escupe.

-Sin haber encontrado -repite-. Sin haber encontrado...

-¿Qué querías encontrar, hermano? -le digo-. No hay que pedir imposibles, lo que tú has encontrado bastaría para...

-Para ti, ya sé -dice rencorosamente Johnny-. Para Art, para Dédée, para Lan... No sabes cómo... Sí, a veces la puerta ha empezado a abrirse... Mira las dos pajas, se han encontrado, están bailando una frente a la otra... Es bonito, eh... Ha empezado a abrirse... el tiempo... yo te he dicho, me parece, que eso del tiempo... Bruno, toda mi vida he buscado en mi música que esa puerta se abriera al fin. Una nada, una rajita... Me acuerdo en Nueva York, una noche... Un vestido rojo. Sí, rojo, y le quedaba precioso. Bueno, una noche estábamos con Miles y Hal... llevábamos yo creo que una hora dándole a lo mismo, solos, tan felices... Miles tocó algo tan hermoso que casi me tira de la silla, y entonces me largué, cerré los ojos, volaba. Bruno, te juro que volaba... Me oía como si desde un sitio lejanísimo pero dentro de mí mismo, al lado de mí mismo, alguien estuviera de pie... No exactamente alguien... Mira la botella, es increíble cómo cabecea... No era alguien, uno busca comparaciones... Era la seguridad, el encuentro, como en algunos sueños, ¿no te parece?, cuando todo está resuelto, Lan y las chicas te esperan con un pavo al horno, en el auto no atrapas ninguna luz roja, todo va dulce como una bola de billar. Y lo que había a mi lado era como yo mismo pero sin ocupar ningún sitio, sin estar en Nueva York, y sobre todo sin tiempo, sin que después... sin que hubiera después... Por un rato no hubo más que siempre... Y yo no sabía que era mentira, que eso ocurría porque estaba perdido en la música, y que apenas acabara de tocar, porque al fin y al cabo alguna vez tenía que dejar que el pobre Hal se quitara las ganas en el piano, en ese mismo instante me caería de cabeza en mí mismo...

Llora dulcemente, se frota los ojos con sus manos sucias. Yo ya no sé qué hacer, es tan tarde, del río sube la humedad, nos vamos a resfriar los dos.

-Me parece que he querido nadar sin agua -murmura Johnny-. Me parece que he querido tener el vestido rojo de Lan pero sin Lan. Y Bee está muerta, Bruno. Yo creo que tú tienes razón, que tu libro está muy bien.

-Vamos, Johnny, no pienso ofenderme por lo que le encuentres de malo.

-No es eso, tu libro está bien porque... porque no tiene urnas, Bruno. Es como lo que toca Satchmo, tan limpio, tan puro. ¿A ti no te parece que lo que toca Satchmo es como un cumpleaños o una buena acción? Nosotros... Te digo que he querido nadar sin agua. Me pareció... pero hay que ser idiota... me pareció que un día iba a encontrar otra cosa. No estaba satisfecho, pensaba que las cosas buenas, el vestido rojo de Lan, y hasta Bee, eran como trampas para ratones, no sé explicarme de otra manera... Trampas para que uno se conforme, sabes, para que uno diga que todo está bien. Bruno, yo creo que Lan y el jazz, sí, hasta el jazz, eran como anuncios en una revista, cosas bonitas para que me quedara conforme como te quedas tú porque tienes París y tu mujer y tu trabajo... Yo tenía mi saxo... y mi sexo, como dice el libro. Todo lo que hacía falta. Trampas, querido... porque no puede ser que no haya otra cosa, no puede ser que estemos tan cerca, tan del otro lado de la puerta...

-Lo único que cuenta es dar de sí todo lo posible -digo, sintiéndome insuperablemente estúpido.

-Y ganar todos los años el referendum de Down Beat, claro -asiente Johnny-. Claro que sí, claro que sí, claro que sí. Claro que sí. Lo llevo poco a poco hacia la plaza. Por suerte hay un taxi en la esquina.

-Sobre todo no acepto a tu Dios -murmura Johnny-. No me vengas con eso, no lo permito. Y si realmente está del otro lado de la puerta, maldito si me importa. No tiene ningún mérito pasar al otro lado porque él te abra la puerta. Desfondarla a patadas, eso sí. Romperla a puñetazos, eyacular contra la puerta, mear un día entero contra la puerta. Aquella vez en Nueva York yo creo que abrí la puerta con mi música, hasta que tuve que parar y entonces el maldito me la cerró en la cara nada más que porque no le he rezado nunca, porque no le voy a rezar nunca, por que no quiero saber nada con ese portero de librea, ese abridor de puertas a cambio de una propina, ese...

Pobre Johnny, después se queja de que uno no ponga esas cosas en un libro. Las tres de la madrugada, madre mía."


Extracto de "El perseguidor", de Julio Cortázar, un relato de su libro "Las armas secretas" (1959). Encontraréis la versión íntegra del relato on-line aquí y otro fragmento leído por el propio autor sobre el "Out of nowhere" de Charlie Parker aquí. Para los nostálgicos del papel -o lectores como Dios manda, según se mire-, resulta muy recomendable la edición de Cátedra (Madrid, 2004), comentada por Susana Jakfalvi.

domingo, 29 de abril de 2007

Festivales Verano 2007

Chano Domínguez en la pasada edición del Festival de Jazz de San Sebastián.
Foto: Lolo Vasco.

Este verano pasad de prácticas en plantaciones bananeras, cursos de inglés sacaperras o vacaciones en Torrevieja con suegras y cuñados. Los tórridos meses de julio y agosto se llenan de festivales interesantes en los que evadirse de este cochino mundo. Aquí va una muestra de los más interesantes. Calimocheros abstenerse...

Tirón de orejas para aquellos festivales que no cuentan con página web o, peor aún, que no la actualizan debidamente. Resulta complicadísimo enterarse de si algunos siguen vigentes o fueron consecuencia colateral y precisa del blanqueo de capitales provenientes del "ladrillazo" costero.

viernes, 27 de abril de 2007

Drum Boogie

A mí, como a Chuck Norris, no me gusta repetir dos veces la misma cosa. Bien es cierto que la entrada de hoy está dedicada a Gene Krupa, el batería de la orquesta de Benny Goodman que os presenté en el post anterior. Sin embargo, no sólo de Goodman vivió Krupa.

En 1938, tras una pelea en público con el "rey del swing" en el Earl Theater de Philadelphia, el batería dejó la orquesta del clarinetista. El roce fue el fruto de una encarnizada lucha de egos en el seno de la banda, pues Goodman no estaba dispuesto a ceder su protagonismo de bandleader a un músico secundario que, no obstante, se había convertido por méritos propios en una estrella y uno de los grandes atractivos de su espectáculo. Dos meses después, Krupa formó su propia y exitosa banda con Roy Eldrige, a quien encumbraría definitivamente como el mejor trompetista de aquellos años, y la cantante Anita O’Day.

En 1941, en la cresta de su popularidad, Gene Krupa protagonizó con su orquesta un cameo en la película “Ball of fire”, escrita por Charles Brackett y Billy Wilder y dirigida por Howard Hawks. El célebre número de las cerillas en el epílogo a “Drum Boogie”, motivo de este comentario, llegó a eclipsar a dos actores de la talla Gary Cooper y Barbara Stanwyck -pese a que la voz que escuchéis en esta pieza musical es la de la vocalista Martha Tilton-.

Así pues, si aún no sabéis lo que quiere decir “boogie”, prestad mucha atención...

miércoles, 25 de abril de 2007

The King of Swing

Un pequeño capricho: la orquesta de Benny Goodman interpretando el clásico “Sing, sing, sing” en la película “Hollywood Hotel” (1937), de Busby Berkeley.

Boris Vian –sobre quien volveremos en otra ocasión- dedicó unas líneas en la revista Jazz-Hot a la “esterilidad total de este clarinetista sobrestimado”. Si bien es cierto que tampoco escatimó elogios al concierto del Carnegie Hall de 1938, lo que venía a denunciar Vian en aquel momento era la autoindulgencia y el espíritu acomodaticio en que había caído el swing, un estilo que se había hecho digerible para el gran público y sus bailoteos –mainstream means money- ahogando la voluntad innovadora del jazz en los previsibles fraseos de los metales de las grandes orquestas de hombres como Goodman, Artie Shaw, Count Basie o Glenn Miller.

La reacción vendría por parte de los músicos negros quienes, tras los conciertos de las orquestas en que tocaban –y Benny Goodman fue pionero en abrir su banda a los músicos de color-, se reunían para tocar por puro placer en jams improvisadas. En aquellos encuentros ya empezaban a brillar jóvenes como el trompetista Dizzy Gillespie y el saxofonista Charlie Parker, que canalizaron la voz de una negritud que no se sentía representada por las ataduras formales del swing y dieron forma a un estilo profundamente revolucionario: el be bop.

Pero eso es otra historia… Por ahora, situémonos en los años de esplendor de “la era del swing” (1935-1945) para disfrutar de la banda de Benny Goodman con unos impagables Harry James en el solo de trompeta y el showman Gene Krupa a la batería.

domingo, 22 de abril de 2007

La jerga del jazz

La anterior entrada de “No America, no jazz” estaba dedicada a Tom Waits (Pomona, California, 1949) , uno de los grandes outsiders del panorama musical norteamericano. Pese a que no se encuadra dentro del jazz, frecuentemente ha coqueteado con él y tanto su estética como su modo de vida destilan una clara influencia del movimiento contracultural de la Generación Beat, particularmente en su exploración del sentido rítmico y musical del jazz en la literatura. Waits ha versionado a Allen Ginsberg –es magnífica su lectura de “America” sobre la base de “Closing time”, un clásico entre los bootlegs-, Jack Kerouac y William S. Burroughs. Además, trabajó con este último y Robert Wilson en la siniestra opereta “The black rider” (Island, 1993). Sirva la entrada de hoy como excusa para quedarnos en los umbrales de la muy mitificada y poco comprendida Generación Beat, que abordaremos próximamente.

Para ir abriendo boca, reproduzco a continuación un fragmento de “This is the Beat Generation”, de James Campbell (“Loca sabiduría. Así fue la Generación Beat.”, traducción española de Breixo Viejo, Alba Editiorial, 2001.):

“Entre los primeros esclavos africanos que llegaron a comienzos del siglo XVII a la costa de Virginia había algunos a los que sus compañeros llamaban hipikats. Era una palabra del idioma wolof, que todavía hoy se habla en algunas zonas de África occidental. Hipikat era alguien sabio, inteligente, “enterado”, siempre atento y espabilado: matices que iban a heredar sus descendientes, el hep cat, el hip cat y el hipster.

Los wolof parlantes también empleaban la palabra
bugal, que significaba “molestar” o “irritar”, y que se mantuvo más o menos igual durante doscientos años, hasta que alguien la acortó cuando dijo en inglés Don’t bug me [No me molestes]. En wolof, deg o dega significaba “comprender” o “apreciar”; por eso hoy se utiliza You dig? [¿Entiendes?]. Gay se usaba como hoy se usa guy [tío], y honq, que significaba “rosa”, describía a cualquier blanco… sobre todo si éste molestaba a algún hep cat negro. Los hep cats de las décadas de 1920 y 1930 siguieron empleando una variante de esta palabra: honkie.

Algunas palabras que se usaban en el habla
jive provenían de los idiomas mandinga y bantú, y otras nacieron del cruce con expresiones de los habitantes de origen británico del sur de Estados Unidos. El blues, por ejemplo, nació tanto de las baladas escocesas e irlandesas como de los ritmos africanos, y el empleo de man [hombre, tío] como término de tratamiento ya se daba con normalidad entre los habitantes de las Highlands escocesas, muchos de los cuales dejaron sus tierras estériles por el puesto de capataz de esclavos o de propietario en las ricas plantaciones del sur.

Durante la década de 1930, con la popularización del swing y del jazz a través de la radio y de los discos, el
jive dejó de usarse exclusivamente en ambientes afroamericanos. Su glosario pasó de los negros a los músicos blancos, y en las revistas de jazz más relevantes se empezó a hablar de “la jerga del swing”. El vocabulario se convirtió en un rasgo distintivo del jazz; además de ser divertido, subrayaba la actitud vital del músico de jazz, expresada a través de los acordes cambiantes de su música y, en su habla, por la serie de alteraciones conocidas como jive, los siete significados de hip cat. El vocabulario servía a los negros para distanciarse del común de los oyentes; y a los blancos, para acercarse a la fascinación clandestina de los negros.”

Lo dicho, muy pronto -o no, según me dé- en "No America, no jazz"... los beats.

sábado, 21 de abril de 2007

The carpet needs a haircut...

Tom Waits en el show Fernwood Tonight, presentado por Martin Mull y Fred Willard, en 1977.

¿Es teatro? ¿Es jazz? Mmm... Es veneno, pero huele a canela. Tom Waits, el hombre de los "mil cuervos atrapados en su garganta", interpretando en directo "The piano has been drinking (not me)", de su disco "Small change" (Asylum, 1976.). Pure genius...

jueves, 19 de abril de 2007

Stanley Jordan

Stanley Jordan interpreta "Jumpin' Jack" en la One night in Blue Note de Nueva York, en 1985.

En su libro “Les grands créateurs de jazz” (“Los grandes creadores del jazz”, edición española de J.C. Cifuentes. Ediciones del Prado, 1993.), los célebres críticos y miembros de la Academia del jazz francesa Gérald Arnaud y Jacques Chesnel escribían en 1989:

“Sólo el futuro dirá si este gran solista lleno de expresividad y concentración –recuerda mucho a Hendrix cuando éste tocaba blues- es sencillamente un artista original o, por el contrario, un revolucionario que nos abre toda un nueva era de la guitarra.”

A Stanley Jordan (Chicago, Illinois, 1959) hay que agradecerle que más de uno abandonara la música para consagrar su vida a un trabajo serio y formar una familia. En lo más notable de su discografía, los tres discos que grabó para la Blue Note en los años 1985 y 1986, cuestiona los límites del bop y sofistica hasta extremos insospechados el mal avenido crossover, merced a una técnica tan única como audaz: el touch o tapping.

Esta forma de tocar la guitarra eléctrica tan pianística, pisando las cuerdas en el mástil con ambas manos, cuenta con precursores como Jimmy Webster, Lenny Breau, Edward Van Halen o Emmett Chapman. Sin embargo, Jordan, quien comenzó estudiando piano en sus años mozos, la depura, la expande y, sobre todo, la pone al servicio de su creación sin dejar que la eclipse, permitiéndole desarrollar dos líneas melódicas distintas y una endiablada versatilidad.

Para los más animosos –o con una autoestima a prueba de bomba-, podéis encontrar una guía introductoria a esta, como dicen ahora los modernetes, "epustuflante" técnica aquí (en inglés).

Hoy, una mayoría de edad más tarde del artículo de Arnaud y Chesnel, Stanley Jordan parece haber abandonado definitivamente la pecera, las giras, ese afán tan ochentero por salir en películas -e imploremos al Cielo que haya hecho otro tanto con esos bizarros ropajes- por la música terapéutica. Quizás con sus discos de "Relaxing music for difficult situations" (suena a coña, pero no) pueda curar el "corazón partío" de la legión de extasiados productores de saliva de sus performances que ahora trabajan de ocho a dos en ventanilla antes de recoger a Vanessa María y Montgomery José a la salida de las monjas.